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VIVIR FLUYENDO

“¿Qué podría asustarme si permito que las cosas sean como son?”



Veamos unos ejemplos clásicos, digamos que a nivel laboral soy una persona mayor y recursos humanos me llama para decirme que debo bajar a sus oficinas porque tienen que conversar conmigo. Al llegar escucho a la persona decir: “agradecemos el tiempo que estuvo usted laborando con nosotros pero debo informarle que a partir de hoy, ya no trabaja usted aquí, le solicitamos amablemente que firme estos documentos y que entienda que en esta época, la cantidad que podemos ofrecerle a manera de liquidación es más pequeña de lo normal, pero si usted acepta estos términos, la compañía está dispuesta a apoyarla para que consiga usted una mejor pensión a manera de jubilación”.


Otros ejemplos podrían ser que me entero que mi esposo tuvo o tiene una relación extramarital o que mi joven hija que está estudiando la Universidad me dice que está embarazada.


Ahora, la pregunta que te invito a hacerte es: ¿Qué podría asustarme si permito que las cosas sean como son? realmente ¿Qué podría temer si permito que las cosas sean como son?”. Te sugiero detenerte un instante antes de exponer tus argumentos y razones por las cuales habríamos de sufrir ante ese tipo de escenarios. ¡Observa la idea tranquilamente! Contempla la profundidad y, si fueras tú… ¿Qué podrías temer si permites que las cosas sean como son?


Lo más probable es que vengan a tu cabeza una y mil razones por las cuales podríamos sufrir tremendamente, pero si observamos a nivel más profundo descubriremos que lo único que realmente podríamos temer es a tener una intensa reacción emocional ante lo que está sucediendo. ¿Porqué?, porque cuando reaccionamos emocionalmente, no estamos pensando con claridad y no contamos con “una cabeza fría” que nos permita ver o enfrentar la situación de una forma más calmada. Cuando reaccionamos emocionalmente, mil y un cosas ocurren a nivel fisiológico dentro de nuestro cuerpo. Cuando reaccionamos emocional-mente, nuestro cuerpo, de manera automática, segrega sustancias que nos hacen sentir muy mal, y en ese estado, se desata lo que algunos denominan como “la loca de la azotea”, es decir, la mente personal, atrayendo miles de pensamientos que, supuesta-mente, nos advierten de mil y un cosas que podrían salir mal. Esos pensamientos, en complicidad con el miedo que sentimos, encienden el fuego de la reacción automática, emocional e intensa, que da vida a un melodrama en el que nos sentimos tremendamente ofendidos, avergonzados o aterrorizados ante lo que sucede. Y tal vez en este punto te preguntarás… “pero no son sólo ideas es algo que realmente está sucediendo”. A lo que yo respondería, real-mente está sucediendo. ¿Comprendes mi juego de palabras? Es a nivel mental que están sucediendo mil y un cosas más de lo que verdadera-mente está sucediendo. Aquí y ahora, tan sólo me están informando que aquello que yo consideraba “mi trabajo” ya no lo es más.


En el segundo ejemplo, tan sólo me estoy enterando que, ese al que yo identifico como “mi marido”, estuvo o ha estado con alguien más. Y, en el último caso, tan sólo me entero que a aquella a quien yo reconozco como “mi hija” está embarazada. Todo lo demás, está sucediendo a nivel mental. El resto del cuento es una puesta en escena dentro de mi cabeza, sólo eso.


Volviendo al primer caso, ante lo que se conoce como “despido laboral”, la voz en mi cabeza podría decir algo así: “¡después de 20 años trabajando aquí no pueden tratarme de esa manera!”, y es probable que en esos momentos me sienta ofendida e indignada, pero después, cuando esa energía se transforme en miedo, la voz en mi cabeza dirá: “¿qué voy a hacer? nadie me va a contratar a estas alturas… no voy a ser capaz de salir adelante, ¿Qué le voy a decir a mi familia?”.


En el segundo caso, lo que conocemos como “infidelidad”, la voz en mi cabeza podría decir: “me vió la cara todo este tiempo, nunca me quiso, sólo me utilizó… me traicionó después de que yo lo apoyé tantas veces, ¿Cómo pudo hacerme esto?… ¡que se vaya a la fregada, no quiero volver a verlo!”. Pero, cuando esa energía de indignación se transforme en miedo, escucharé a la voz en mi cabeza decir… ¿y ahora qué voy a hacer yo sola?, yo no gano lo suficiente como para irme a vivir a otro lugar, ¿Qué le voy a decir a mis padres, mis hijos o mis amistades?, fracasé en algo tan importante… además, no quiero quedarme sola. ¡No puedo quedarme sola!”.


Y, en el tercer caso, “la hija embarazada”, si reacciono con enojo, el narrador cule** dentro de mi cabecita podría decir: “¡estúpida! echaste a perder tu vida, ¿cuántas veces hablé contigo para decirte que te cuidaras?, ahora tu padre me acusará de ser una alcahueta”. Y, en otro momento, cuando el enojo se transforme en miedo, comenzará a decirme… ¿Qué vamos a hacer? yo trabajo y no puedo hacerme cargo de un bebé… además, ¿qué le voy a decir a mis padres y a mis amistades?, ¡qué vergüenza!”. Pero luego, el enojo regresará con más fuerza y dirá: “pues que se haga cargo ella sola, si quiso embarazarse que ahora se haga responsable”. Y, por último, la culpabilidad hará su entrada triunfal: “que mala madre eres, deberías apoyarla, no puedes dejarla sola… ¿qué va a hacer ella sin tu apoyo?”. Y así, me traerá el pensamiento, de arriba para abajo, sin que pueda yo hacer algo al respeto.


Así es como funciona el cuerpo emocional reactivo. Por eso es que Séneca, el filósofo romano nos dice: “quien sufre antes de tiempo sufre más de lo necesario”, Montaigne, el filósofo francés nos dice: “mi vida ha estado llena de terribles desgracias la mayoría de las cuales nunca sucedieron” y, Un Curso de Milagros lo expresa diciendo… “¿qué podría asustarme si permito que las cosas sean como son?”. Todos ellos señalando a la mente, el creador de todas nuestras experiencias. Y cuando hablamos de la mente, estamos señalando al proceso como una Gestalt en la que cada parte afecta a la totalidad: “pensamientos, sentimiento, emoción, imaginación, palabra y acto”. Y es por medio de dichos procesos como experimentamos una vida humana en este plano de conciencia y, si no somos conscientes de nosotros mismos, de lo que verdaderamente somos, del enorme poder creador que nos habita y que se manifiesta a través de esos dones divinos, conscientes de que ellos son nuestro más grande tesoro, entonces, seremos esclavos de nuestras reacciones emocionales y sufriremos la vida innecesariamente.

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